Los comités de agua de Bolivia defienden sus formas organizativas horizontales y participativas, frente a un Estado cada vez más centralizado.
Marcela Olivera
La autonomía y horizontalidad son parte de las
formas tradicionales organizativas de los bolivianos. Juntas constituyen una manera real, práctica, cotidiana de
entender lo público y de vivir la democracia participativa siempre al margen
del Estado y de los gobiernos de turno.
Los comités de agua de la zona sud de la
ciudad de Cochabamba, la cuarta ciudad más grande de Bolivia, son el epitome de las formas autonómicas y
horizontales bolivianas. Esta red todavía activa, se volvió visible después de
la ‘guerra del agua’ del 2000, cuando una movilización popular de gran escala
detuvo los intentos de privatizar el sistema publico de agua de la ciudad.
Mientras muchos asocian la guerra del agua
con la noción de verdadera democracia, esta descripción pudiera poseer una
contradicción en si misma: una guerra
–cualquier guerra- implica violencia, pérdida de energía y recursos, muertes,
desacuerdo y la democracia (como la conocemos en Occidente), tiene la función
de precisamente evitar todo aquello. Pero el conflicto no fue una simple
batalla por la defensa de un recurso. Uno
de los principales motivos de tal(es) conflicto(s) fue precisamente la
histórica y permanente lucha de las y los bolivianos por defender su derecho a
decidir de una manera horizontal y autónoma sobre sus propias necesidades, es
decir: su imperiosa y siempre pospuesta necesidad de vivir en verdadera
democracia.